OMS advierte sobre el círculo vicioso entre la salud mental y la pobreza
La pandemia de Covid-19 ha significado, entre otras cosas, un gran desgaste emocional, que ha repercutido en la salud mental de la población a nivel global. Esto ha llevado a un aumento de cuadros ansiosos, depresión, bipolaridad, entre otras patologías.
En este contexto, la Organización Mundial de la Salud (OMS), compartió diferentes medidas para ayudar a combatir este problema. Entre las sugerencias se encuentran: continuar o empezar a realizar actividad física, mantener contacto a través del teléfono con amigos y familiares, e intentar conservar una alimentación saludable.
Sin embargo, existe un gran porcentaje de personas que no pueden cumplir estas medidas, por vivir en situación de pobreza. Según la OMS, existe un círculo vicioso entre la pobreza y la salud mental, en donde se relacionan factores como el bajo nivel educacional, la inestabilidad económica, la inseguridad personal y el hecho de habitar una vivienda insuficiente, que influyen directamente en el padecimiento de alguna patología mental. Es más, la institución asegura que la depresión predomina de 1,5 a 2 veces más en las personas de altos ingresos.
Con respecto al efecto de la pandemia en Chile, la Directora Nacional Técnica de Apoyo, Cuidado y Desarrollo de Autonomía del Hogar de Cristo, María Isabel Robles, afirma en un artículo publicado en La Tercera que “la salud mental tiene que entenderse desde una perspectiva integral, donde hay un vínculo invisible entre lo físico, lo sicosocial y lo espiritual. Pero si lo aterrizamos a cómo viven las personas, nos encontramos con determinantes sociales que afectan a su salud mental, concretamente la pobreza, la inequidad, la falta de acceso a servicios, el estrés que viven al experimentar dificultades como situaciones de violencia y precariedad”.
La brecha digital en la salud mental
Por otra parte, el acceso a internet se ha vuelto clave para lograr un equilibrio en la salud mental de las personas en cuarentena. No obstante, el hecho de costear paulatinamente una sesión online de diagnóstico con un psicólogo/a y mantener un tratamiento que en ocasiones va acompañado de costosos medicamentos, no está considerado dentro de las prioridades básicas de las personas en situaciones vulnerables.
María Isabel Robles comenta que “en los sectores de mayor pobreza la brecha digital no empieza a los 60 años, empieza a los 30 o 40, y resulta que la mayoría de las acciones y trámites a realizar desde el gobierno han estado centralizados en atenciones remotas y virtuales, en base a la conectividad. Pero cuando tienes dificultades socioeconómicas y tienes que elegir entre pagar internet o la tarjeta del celular y comer, la prioridad es comer”.
Revisa el artículo completo publicado en La Tercera en este LINK.
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