Formar una familia: la responsabilidad individual que nos compete

Convertirnos en madres y padres, es algo que se asume como si fuera parte del ciclo vital, tal cual ocurre con el resto de los seres vivos: nacer, desarrollarse, reproducirse y morir.

Y es que la sociedad nos ha ido condicionando a ser padres algún día, sin que ni siquiera lo cuestionemos. Ese llamado a ser padres aflora intensamente cuando estamos en pareja, sobre todo si tenemos más de 30 años. Se supone que “tendrás hijos” y serán “tus hijos”, con los que “formarás familia”.

Pero atención aquí, que formar una familia suele tomarse como algo más romántico y tierno, que como una responsabilidad. Y es que primero, sería justo y necesario hacer una pausa para preguntarse si realmente el deseo de ser padres es propio o nace desde la presión social, de el “deber ser”.

Segundo, no estaría de más pensar en qué tenemos para ofrecer a esos niños. Y por último, preguntarnos si estamos realmente preparados para hacernos cargo de otro(s) ser(es) (más allá de si tenemos un buen trabajo o no). O si tenemos resueltos esos temas internos como traumas y /o carencias afectivas, para así evitar traspasar cargas emocionales a las generaciones que vienen.

Y es que urge “resolvernos” previamente, por la sencilla razón de que los padres somos el primer vínculo en la vida de los niños(as), porque es una relación que comienza desde que se junta el óvulo con el espermatozoide. Tan así es la cosa, que empezamos a influir en ellos desde antes de que nazcan. He aquí el comienzo de la historia de sus vidas: la química del ambiente uterino, las primeras voces, emociones y el contacto físico. Se comienzan a formar las conexiones neuronales.

No es menor, ¿verdad? Y hay más: existe una mujer maravillosa de nombre Laura Gutman, terapeuta y escritora, que se especializa en maternidad. Ella dice que después de que el niño nace, durante su primer año de vida, es como si siguiera en el útero materno, por lo que necesita más apego y alimento amoroso que nunca.

Muchas veces nuestra labor como padres y madres es desvalorizado y visto tan solo como un deber, pero lo cierto es que se trata de una tarea prácticamente divina, un acto político, la expresión máxima del amor.

Por todo lo mencionado anteriormente, es que es sumamente importante contar con una buena salud física y mental antes de embarcarse en la tarea de cuidar a un(a) niño(a). Tener resueltos los problemas internos es básico para acogerlos en una familia sana, capaz de entregarles lo que ellos necesitan.

En este sentido, tenemos mucho que aprender de otros países, como Noruega, uno de los países más felices del mundo según el World Happiness Report 2020 , y que he tenido la suerte de conocer muy de cerca. Los ciudadanos tienen en común un estrecho contacto con la naturaleza, lo que sin duda ayuda a mantener mentes y cuerpos sanos, un buen punto de partida.

En mis próximas columnas les contaré más sobre Noruega, un lugar desde donde he recogido valioso material para compartirles.

Karin Flores Riquelme

Publicista, Licenciada en Ciencias de la Comunicación – Asesora en Alimentación y Vida Saludable.

Mail: kfloresriquelme@gmail.com

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